En la foto aparecemos casi todos los asistentes: Narciso Serratosa, don Enrique, Javier Martín, Javier López, Adolfo Fradeja, Santi Aliseda, Cucu, José Luis Pérez Mallo, Topo, Pablo Aliseda, Jorge Juan Bermejo y Jose Ignacio de Andrés. Como veis nos estamos aplicando unas copillas. Kike Meana también estuvo pero se tuvo que ir antes. Luego pondré un par de fotos donde aparece. Por cierto, leed hasta el final que esta vez me he currado un cuento que espero que os guste.
Mas fotos:
Y otra foto como añadido. Durante la cena, Cucu me preguntó si había visto al Corto en Pamplona, momento en el cual, caí en la cuenta de que llevaba dos años trabajando en la misma ciudad que nuestro querido compañero Rodrigo Muñoz de Juana. Así que el pasado lunes le llamé y ayer estuvimos comiendo, he aquí la prueba:
Y para terminar, el cuento prometido.
El tesoro que desaparecía
Un día llegó a mis manos el mapa de un tesoro escondido, el del Reino de la Amistad, cuyo contenido aportaba felicidad, diversión y risas. El mapa era muy claro y preciso pero ponía una condición, sólo se podía acceder al mismo contando con la fuerza de una verdadera amistad.
Después de pensar largamente, decidí compartir mi descubrimiento con Agustín, uno de mis mejores amigos, con el que pacté compartir el tesoro repartiéndolo a partes iguales. Así que alquilamos una pequeña furgoneta y partimos en busca del tesoro. Una vez localizado, lo cargamos en la furgoneta sin demasiado esfuerzo. Estábamos radiantes de felicidad, pero nuestra alegría desapareció cuando, tras cruzar la frontera del Reino de la Amistad, el tesoro se volatilizó sin dejar rastro alguno, volviendo todo su contenido al mismo lugar del que lo habíamos cogido. Decidimos volver a cargarlo otras dos veces, pero nuestro esfuerzo fue en vano, siempre terminaba desapareciendo.
Al ver que con Agustín no podía hacerme con el tesoro, pensé, quizás entre nosotros no exista una verdadera amistad, y decidí llamar a Antonio, otro buen amigo. Pero con Antonio ocurrió exactamente lo mismo, fuimos incapaces de hacernos con el tesoro.
Desesperado y como el tesoro se podía compartir sin problemas -¿o vais a poner en duda que la felicidad, la diversión y la risas no se pueden compartir?-, propuse a mis dos amigos que llamasen a sus amigos más cercanos y, que éstos, llamasen a los suyos... Tanto es así que al final tuvimos que contratar un autobús para ir al Reino de la Amistad.
El viaje en autobús fue todo un espectáculo, en mi vida me lo había pasado mejor... Además, tras cargar el tesoro y pasar la frontera, el tesoro siguió con nosotros para siempre.
Moraleja: cuantos más seamos en estas reuniones, mejor nos lo vamos a pasar. Tenemos un tesoro, nuestra amistad, no lo desaprovechemos.
3 comentarios:
Leido hasta el final.... Muy de acuerdo contigo José Luis. Está claro que a ti hay que darte el premio Indiana Jones a la amistad.
Un gran tesoro sin duda y bonito que tras tantos años, perduren vuestros recuerdos compartidos en otros tiempos y lugares. Cuidate siempre
Patricio Rubio Diez
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