Los que nos dedicamos a eso de juntar letras para ganarnos la vida con fortuna variable estamos bastante familiarizados con el término “magdalena proustiana”. Esta expresión tiene su origen en el libro "En busca del tiempo perdido", de Marcel Proust, y se refiere al momento en que el sabor de una magdalena mojada en té trae a la memoria del protagonista todos sus recuerdos de infancia; el resultado son más de tres mil páginas de la literatura más excesiva y más hermosa que nunca se haya escrito (sí, me las he leído enteritas ¿pasa algo?), y el chiste recurrente de que menos mal que no le dio por comerse una bandeja de pestiños.Así que las palabras “magdalena proustiana” vienen a definir los sonidos, olores o sabores que tienen la capacidad de retrotraernos a momentos de nuestro pasado que creíamos más o menos enterrados en la memoria. Puede ser una canción que oigamos en la radio, una antigua fotografía, o una simple palabra.
Una de mis magdalenas proustianas de sabor más intenso en lo que se refiere a los tiempos del cole es la palabra “Fáustulo”.


