El pasado sábado 28 de junio vivimos algo más que una reunión de antiguos compañeros: fue un viaje en el tiempo, una celebración de la amistad, de los recuerdos compartidos y de la vida que, a pesar de sus vueltas, nos sigue uniendo. Nos reencontramos la Primera Promoción del colegio Los Olmos en un entorno inmejorable: el Real Club de Golf La Herrería, un lugar que, con su elegancia natural y sus vistas al Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, se convirtió en el escenario perfecto para una jornada que quedará grabada en nuestra memoria.
De pie: José Luis, Santi, López, Cucu,
Osorio, Fradeja, Rafa, Javier Martín,
Narci, Quique, Juanpe, Carlos, Ribes,
Agachados; Tato, Fernando y Pablo
La mayoría de nosotros pasamos de la sexta década el año pasado, y aunque los años se notan en las canas y en las arrugas, también se reflejan en la serenidad con la que miramos atrás y en la alegría con la que celebramos el presente. Desde el primer abrazo, supimos que esta reunión iba a ser especial.
Un día para recordar
La jornada comenzó temprano para algunos. Muelas, Santi, Juanpe y yo decidimos arrancar el día con una ruta por el Bosque de la Herrería. Caminamos entre encinas, robles y fresnos, respirando ese aire puro que solo se encuentra en la sierra, mientras compartíamos anécdotas y nos poníamos al día. Fue un paseo lleno de risas, silencios cómodos y esa complicidad que solo se mantiene con los amigos de toda la vida.
Otros compañeros optaron por una partida de golf. El calor apretaba, y no todos decidieron terminar el recorrido, pero Adolfo y Narci, con su tenacidad habitual, completaron los 18 hoyos. Eso sí, se perdieron las cañas y las tapas previas a la comida, que disfrutamos en el bar del club, arropados por un buen aire acondicionado, con una cerveza bien fría en la mano y unas buenas tapas.
Salón con vistas al alma
La comida fue en un salón reservado exclusivamente para nosotros, un espacio impresionante desde el que se divisaba el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial en todo su esplendor. El lugar, con su luz natural y su atmósfera elegante, parecía hecho a medida para nuestro reencuentro. Allí, entre mesas vestidas con mimo y copas que tintineaban, comenzó la verdadera celebración.
Muelas, Osorio, Pablo, Quique, Rafa,
Javier Martín, José Luis, Santi, Juanpe,
Cucu, López, Ribes y Carlos
Tato, el alma organizadora de este evento, nos sorprendió a todos con su impecable trabajo. No solo logró que la reunión fuera un éxito, sino que además nos regaló una experiencia cuidada al detalle. Desde aquí, nuestro más sincero agradecimiento por su dedicación, su entusiasmo y por habernos permitido celebrar este reencuentro en un entorno tan privilegiado.
Encuentros, regalos y sorpresas
Uno de los momentos más simpáticos fue cuando Tato nos presentó a Lola Fernández Ochoa, hermana de los míticos esquiadores Paquito y Blanca, una persona muy agradable y campechana. Su presencia fue un bonito guiño a nuestra historia compartida con el deporte y con aquellos años en los que soñábamos con conquistar el mundo.
Y para mi sorpresa, se me hizo entrega de un reloj con el escudo del colegio. Un gesto que me emocionó profundamente. Tener en mis manos ese símbolo fue como cerrar un círculo, como llevar conmigo, en cada minuto que pase, un pedazo de aquellos días en Los Olmos.
Desde aquí quiero agradeceros el regalo a todos los que habeís participado en el mismo. Es algo que no me esperaba y que me empuja a seguir organizando estos eventos. Por cierto, ya le he hecho quitar los eslabones que le sobraban y lo luzco con placer en eventos especiales, eso sí, no lo puedo sacar a bailar porque mis parejas de baile correrían el peligro de recibir un buen "relojazo".
Sabores que despiertan recuerdos
La comida fue excelente. Disfrutamos de unos solomillos jugosos, perfectamente cocinados, acompañados de vinos que maridaban a la perfección con la conversación. Cada brindis era una celebración, cada plato una excusa para seguir charlando, para seguir riendo, para seguir recordando.
La tertulia se alargó entre anécdotas de clase, historias que hoy nos hacen reír y nombres que evocan cariño. Hablamos de profesores que nos marcaron, de compañeros que no pudieron venir, de los que ya no están. Hubo momentos de carcajadas y otros de silencios cargados de emoción. Pero sobre todo, hubo una sensación compartida de gratitud por seguir aquí, por seguir juntos.
Un chapuzón final
Cuando la tarde comenzaba a caer, algunos decidimos prolongar la jornada en casa de Javier Martín. Allí, entre bromas y confidencias, nos dimos un refrescante chapuzón en su piscina. Fue el broche perfecto para un día redondo. El agua, el sol, las risas… todo nos hizo sentir, por un momento, como si volviéramos a tener veinte años.
Gracias, Tato
No podemos cerrar este relato sin volver a agradecer a Tato su soberbia organización. Gracias por pensar en cada detalle, por insistir, por hacer que todo saliera perfecto. Gracias por regalarnos este reencuentro que nos ha devuelto algo que no sabíamos que necesitábamos tanto: el calor de los amigos de siempre.
Hasta la próxima
Nos despedimos con abrazos largos, con promesas de no dejar pasar tanto tiempo, con la certeza de que esta reunión no será la última. Porque lo vivido el 28 de junio no fue solo una comida, ni una excursión, ni una partida de golf. Fue un reencuentro con lo que fuimos, con lo que somos y con lo que, pase lo que pase, siempre seremos: compañeros de vida, de colegio, de amistad.
1 comentario:
Bien contado Jose Luis! La verdad que fue un día inolvidable y que somos muy afortunados de mantenernos unidos.
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